jueves, 29 de mayo de 2008

Homenaje a Fernando Rocha

Desde pequeño, Fernando Rocha soñaba con jugar un Mundial y consagrarse en Primera. Así fue que, pese a la insistencia de su padre para que estudiara ingeniería naval, Fernando supo desde muy temprana edad que su destino estaba atado al verde césped de una cancha de fútbol. En su Luján natal, era la figura descollante de los picados de barrio gracias a una finta exquisita que lo hacía gambetear rivales como postes de luz. Cuentan que hasta los viejos de la plaza dejaban de jugar al ajedrez para entregarse un rato a las pisadas, caños y rabonas de aquel pibe con innegable futuro de crack.
De este modo, "Nandito" -así le decía su mamá- fue un buen día a probarse al club de su pueblo y tras una serie de duras pruebas, logró ganarse un lugar en el plantel. Pero pronto descubrió que las presiones del fútbol profesional eran muy distintas a los épicos picados que jugaba en la plaza con sus amigos. Luján era candidato al título en la Primera C y su hinchada exigía el ansiado ascenso a la Metropolitana. Entonces, Fernando, que era un eximio wing derecho "a la Garrincha" y tenía como ídolo a Ronaldo, debió aceptar que su conservador técnico lo pusiera de cuatro a cubrir el lateral. Nada de tacos, firuletes y paredes. "¡Hacele pressing al carrilero!", "¡Meté, meté!, "¡Nandito, te ganan la espalda!", eran las indicaciones más frecuentes del entrenador.
Fernando Rocha soportó en silencio, fecha tras fecha, una disciplinada tarea de lateral derecho con mucho overol y poco juego. En la buena campaña de su equipo, que le permitió llegar al Reducido, Nandito supo pocas veces lo que significaba pasar mitad de cancha. Hasta que un día llegó un partido decisivo. Una verdadera final contra Argentino de Merlo en la lucha por el ascenso. Fernando Rocha salió a la cancha sabiendo que aquella tarde guardaba para él un lugar grande en la historia del fútbol local. Su equipo arrolló a su rival sin dificultades y pronto empezó a construir una goleada contundente: uno, dos, tres... seis goles le aplicó uno tras otro a un humillado Argentino de Merlo que sólo aguardaba el final del partido.
Promediando el segundo tiempo, Fernando Rocha sintió como una ráfaga el llamado que la Providencia le hace a los diferentes. Con un saque de costado a favor, se disparó como una flecha desde la defensa, cruzó a toda velocidad esa cancha desaforada y, casi sin darse cuenta, conoció por primera vez el campo rival. Una mirada le alcanzó para que su compañero le arrojara la pelota. Y nada volvió a ser igual.

El desenlace: aquí

2 comentarios:

Gabino Rebagliati dijo...

"Gioccatore diferente"
Un muerto de hambre
Todos sabemos que de la b para abajo, más de 3 goles de visitante son perjudiciales para la salud!
Un suicidio altruista por la comunidad del ascenso!
Grande "Nandito"
Como el hijo de Thalia en "Maria la del barrio".

Juan Francisco Gentile dijo...

quiero destacar la calidad de esta nota, fundamentalmente luego de la proclama tablonera y partidaria que la antecede.

salúd!