No hay muertos por el futbol

"Otra vida perdida por el fútbol" es el título de tapa de La Nación de hoy. Es realmente una lástima el hecho trágico que tiñó de negro el fin de semana futbolero pero es necesario empezar a separar los tantos.
No resultaría preciso hablar de muertos por un deporte maravilloso, sino por armas, sino por otros hombres. Pero pareciera que la historia es la misma de siempre: hecho de violencia, conmoción pública, agenda de los medios, respuesta estatal insuficiente. Más que insuficiente, podríamos llamar a la mayoría de estas pretendidas "soluciones" para erradicar "de una vez y para siempre" la "violencia en el futbol", como mal ideadas desde su génesis, es decir, creer que la solución para el problema violencia en el fútbol es ... el futbol.
Así se han propuesto innumerables medidas para superar el escollo: prohibición de banderas y bombos, estadios sin parcialidad visitante, suspensión de fechas, quitas de puntos, leyes nacionales de violencia en los estadios, etc. Al parecer ninguna ha tenido el efecto deseado.
Creer que hay un tipo de agresividad en particular en lo que rodea al folclore futbolero es caer en simplismos. Es un pensamiento necio. Sería dar por hecho que hay algo en los colores, en los cánticos, en las tribunas y, porque no, en el juego propiamente dicho, que produce efectos negativos en las personas, que las transforma en seres malvados que eventualmente buscarán herir al prójimo, al "rival".
Esto no existe, es un mito más. Vivimos en una sociedad compleja, en una sociedad que vive en permanente conflicto, producto de la división acentuada entre clases sociales. Somos, vivimos y producimos para otras personas. No nos autorrealizamos como hombres sino que vivimos atados al mango. Esto no varió en el tiempo desde los tiempos del amateurismo del fútbol, es cierto, pero se ha eliminado el colchón social que atenuaba los conflictos, consecuencia directa del desmantelamiento del estado de bienestar. Sin ese colchón social más una profundización de los esquemas estructurales reproductores de pobreza hizo inevitameblemente que estas personas que somos, que formamos parte de una sociedad, nos matemos.
Esto acompañado de una fuerte difusión mediática y engañosa de nosotros mismos. Los que se matan entre si son los negros, los drogadictos, las barra bravas son el único engendro de violencia, el futbol es solo "aguantarla". Debiendo ser añadido a esto la fuerte hipocresía política gubernamental y dirigencial. Quien puede creer que la dirigencia política y de los clubes "lucha" contra las barras cuando ellos mismos muchas veces las alimentan. Como puede ser que el presidente de la afa solo saque a lustrar su cargo por los títulos obtenidos o el gerenciamiento de partidos.
Perdón por lo lúgrebe de mi primer post, pero tenía que haber unas reflexiones en este blog. Vivimos en una sociedad que hace números rojos, Emanuel podría haber sido cualquiera de nosotros, de nuestros amigos, podemos engrosar listas de sangre por ir a la cancha, salir a la ruta, ir a bailar, etc. Es un problema complejo que se lo suele disminuir y buscarsele soluciones pobres, y no se entiende que se trata de un problema superior y no exclusivo del futbol y eso es lo que intenté expresar.
Estamos muy mal en un país donde una persona le dispara a otra por tener una camiseta con colores distintos, pero estaríamos realmente mucho peor si creyeramos que le dispara por eso.